PESE A OPERACION LIBERACION, PERSISTE NARCOECONOMIA EN ESTADO DE MEXICO

NARCOECONOMÍA AGO 1

Tras la llamada Operación Liberación salió a flote lo que todo mundo sabía, que en el sur del Estado de México existe una narcoeconomía, donde el narco controla desde la venta de cerveza hasta a las autoridades municipales. Organizaciones criminales que nacieron y florecieron en los gobiernos estatales y municipales priístas, pero, se mantienen en la actual administración de Morena, la cual, ha declarado la guerra a estos grupos. Es el inicio, veremos quién gana.
Igual puede ser una llamarada de petate o, quizá el principio del fin de estos grupos, carteles del narcotráfico que encontraron en el sur del Edomex, la tierra prometida, la plaza perfecta para, desde ahí, “gobernar” a su manera y a su estilo violento, bajo la ley del más fuerte para imponer la narcoeconomía, donde grupos violentos controlaban desde la venta de pollo hasta casas de materiales, pasando por infinidad de comercios, cuyos dueños “obedecían” o los mataban, al viejo estilo de las mafias gringas y de los Intocables en Estados Unidos.
En el sur del Estado de México la narcoeconomía decía a quién comprar y a quien vender, daba precios y sobreprecios. Todos los dueños de negocios de cualquier giro, tenían que pagar “renta” “impuesto” o cuotas a la mafia de la Familia Michoacana, pandilla de narcotraficantes cuya existencia fue reconocida por el entonces gobernador del PRI, Enrique Peña Nieto, pero, quien no hizo nada, quizá por miedo o complicidad.
Detrás de la Operación Liberación no sólo quedó la captura de decenas de presuntos mafiosos, sino que también quedó claro que falta mucho por hacer, incluso, esperar la reacción de estos grupos delincuenciales que, difícilmente se quedarán con los brazos cruzados o resignados a convertirse en comerciantes ambulantes, aprovechar alguna beca o inscribirse al programa de pensiones, incluso, al programa de Adultos Mayores de 60 y más. No, la realidad es otra, sólo es cuestión de tiempo y de que los mafiosos se reagrupen.
Sin embargo, hoy, en Valle de Bravo, tras el sonado operativo, detrás del Velo de Novia y los mercaditos artesanales, una red de extorsión controlaba el precio del cemento, la madera y hasta el pollo. La Operación Liberación apenas rasgó la superficie. El municipio Valle de Bravo vive una aparente calma, bonitos paisajes, buen clima, pintoresco pueblito, su turística presa, turistas desayunando y sus nativos vendiendo artesanías. Parece que no pasó nada.
Para nadie es secreto que Valle de Bravo -desde hace años- ha sido escenario de una operación criminal silenciosa, sistemática y profundamente integrada al comercio local. Lo que comenzó como una red de cobros irregulares a transportistas, terminó convirtiéndose en un monopolio regional del cemento, la grava, la madera, el acero… y el miedo. El municipio, conocido por sus cascadas, casas de descanso y arquitectura colonial, operaba en la sombra bajo un modelo de extorsión territorial que fijaba precios, rutas de distribución y cuotas semanales para comerciantes.
La llamada Operación Liberación —un despliegue federal anunciado por el gobierno como “el mayor golpe a la extorsión en México”— reveló públicamente lo que muchos aquí sabían desde hace años: Valle de Bravo era parte de un ecosistema criminal con ramificaciones en Luvianos, en el sur del Estado de México, donde opera La Familia Michoacana. Tres detenciones clave confirmaron el esquema: un jefe de cementeras, un líder sindical y un comerciante de madera. Pero para los vallesanos, la noticia llegó tarde.
Los empleados del crimen mantenían todo en orden. La venta del pollo al precio que ellos autorizaban, así como la venta de cigarros, cerveza y otros muchos productos, materiales y alimentos. Muchos dueños de negocios cerraron y se fueron.
Algunos testimonios tras la Operación Libración comentaron: “El cemento costaba 100, y ellos lo daban en 180. Pero si tú no lo vendías en 300, no salías”, relata uno de los comerciantes afectados. Su testimonio coincide con el de otros tres empresarios locales entrevistados en condiciones de anonimato. Todos describen el mismo patrón: dos únicas empresas —Materiales Jimex y Materiales Arriaga— dominaban el mercado, operaban con total impunidad y trasladaban las ganancias a través de rutas controladas hasta Luvianos. Si alguien traía materiales desde Toluca, el camión no llegaba: “lo detenían antes, o le daban el pitazo a alguien”, cuenta un proveedor.
La situación no era nueva. Desde 2020, las denuncias se acumulaban sin respuesta. Algunos comerciantes acudieron a la Fiscalía en Toluca, otros al Ayuntamiento. Ninguno obtuvo protección. Hubo represalias: quema de negocios en Villa Victoria, amenazas en Donato Guerra, un camionero asesinado. Los precios se triplicaban. Una tabla de madera que antes costaba 100 pesos llegó a venderse en 400.

REY DEL CEMENTO
El 27 de julio, la Fiscalía mexiquense vinculó a proceso a Eli “N”, conocido en la zona como el Jefe del Cemento. Tenía su base en Jimex, una de las dos empresas clave. Está acusado de secuestro exprés: en enero, interceptó a un comerciante, lo subió a un vehículo y lo obligó a comprar materiales exclusivamente en su negocio, además de pagarle un porcentaje semanal de sus ventas.
Días antes, el 21 de julio, fue detenido Gonzalo “N”, presunto líder del sindicato “Bradosva”, el único autorizado para distribuir materiales como arena, grava y varilla. A él se le acusa de haber interceptado, junto con sujetos armados, a un repartidor sobre la carretera libre a Toluca. Le exigieron 15 mil pesos por ingreso y 2 mil 500 por cada viaje de materiales.
Una semana después, cayó Jorge “N”, señalado como operador de las madererías locales. Según la Fiscalía, exigía pagos de hasta 100 mil pesos por permitir la comercialización de madera en Valle de Bravo, además de una cuota mensual obligatoria y la exclusividad en la proveeduría.
Los tres operaban como piezas distintas de un mismo engranaje. El dinero, como lo confirman los testimonios, terminaba en el sur del estado.

MIEDO…
Hoy, a poco más de una semana de los cateos y operativos, la tensión no se ha disipado. Los negocios vuelven a abrir con cautela, los proveedores evalúan si es seguro regresar. “Les decimos que ya está libre, que ya no hay sindicato… pero no se arriesgan”, explica uno de los afectados que se dedica a la venta de materiales. “Todavía no saben qué va a pasar”.
La presencia militar sigue visible en algunas minas de arena y grava. Sin embargo, no hay administradores, no hay reglas nuevas, solo una custodia, pero no hay garantía de que las mafias no volverán.
Lo real es que hoy bajo la postal turística, Valle de Bravo tenía dueño. Y no eran los hoteleros, ni los restauranteros, ni los turistas de fin de semana. Era un sistema mafioso de control económico y territorial cuya mayor sofisticación fue hacerse invisible: operar sin disparos, sin mantas, sin balaceras. Solo con libretas, cuotas, amenazas susurradas. (Con información de AD Noticias).